Luis Alberto Taborda

Nacido en la Rioja en el año 1953, desde el año 1984 reside en Tinogasta, provincia de Catamarca.

Libros publicados:
* Poemas, sonetos y canciones (1986)
* Kakan (1992)
* El desalejado (1998)
* Cuaderno de vida (2004)
* Alpargatas de Van Gogh (2007)
* Cincuentayseis (2009)

El brete

Estoy en un brete, hermano. Lo que se dice metido en un buen brete. No es fácil. No tengo la menor idea de cómo salir de esto. Tendré que inventar, pensar algo. La verdad es que no se me ocurre nada. Espero tener tiempo. Que no se precipiten los acontecimientos. Yo no estaba preparado para algo así. Es más, ni por casualidad imaginaba que esto pudiera pasarme a mí, justamente a mí, que traté toda mi vida, y vos sos testigo, de portarme de la mejor manera. Cumplir con mi familia, cumplir con mi trabajo. Dar una mano en lo que se pueda. Preguntá por mí en El Barreal. Yo no tengo problemas con nadie. Una imagen de persona seria y responsable. Y con mi viejo, siempre procuré mantener una relación cordial. Yo lo respeto mucho y lo quiero de verdad. Cuando me aconseja sobre algo, agacho la cabeza y hago caso. Trato de actuar como quisiera que mis hijos actuaran conmigo cuando crezcan. Todo claro. Todo bien. Hasta ayer. Yo lo vi llegar subiendo la lomita en su bicicleta de cuadro grande. Pedaleaba despacio, esquivando piedras. La lluvia del lunes había lavado el terrero y vuelto medio resbaladizo. Se aproximó al alero. Se detuvo para acariciar la perra, que al reconocerlo lo seguía con grandes movimientos de cola. Después sentí que pisaba fuerte un par de veces, limpiando sus botas o simplemente anunciando a su modo que llegaba. Enseguida abrió la puerta batiente y avanzó saludando. A mí me pareció de entrada algo raro, el miércoles no es su día de visita. No es su costumbre. Le alcancé un mate dulce, de los que tomo desde que estuve en Córdoba. A él también le gustan. Uno o dos. Después hay que cebarle sus amargos. Se sentó en el sillón con el respaldo roto, frente al fuego. Se acomodó como pudo. Ni preguntó por María o los chicos. Fue directo al grano. Habló. Vos sabes muchacho que yo voy para viejo. Esa es la realidad. Aunque me veas bien. Montado en bicicleta o jugando los domingos algún partido de taba. O sudando la gota gorda cuando hay que asegurar algún cerco o campear animales a la orilla del río. Es cierto. Todavía me siento bien. Pero voy para viejo. Es algo que llevo en los huesos. Una lenturaue antes no tenía. Un desgano que me avanza... Algunas tardes se vueven interminables. Parece que el tiempo sobrara. Que la casa fuera más grande de lo que es. Entonces salgo al vered{on recién baldeado. Espero que pase alguien para conversar un rato. O mientras estoy solo miro el morro. Más allá de los viñedos. El morro alq ue subía una y otra vez en mi infancia. En mis épocas mozas. Para estirar las piernas, de puro gusto nomás. Para cansarme y volver rendido a la nochecita. Ahora no. Me cuesta dormir. Los recuerdos invaden mi cuarto. Los recuerdos son personas que me visitan. O tal vez fantasmas de personas que han muerto. El tío Joaquín por ejemplo. O la comadre Elvirita. O con más frecuencia tu madre. Eso pasa. Son recuerdos, digo. Pero los recuerdos no llegan porque sí. Anuncian algo. Traen un mensaje. Tal vez un llamado de los difuntos. No es para ponerse triste. Las cosas son como son y nadie puede cambiar su destino. Nadie puede tallarle en contra. A veces pienso en la muerte. En mi muerte. Sin miedo, sin dolor. Con una especie de bronca nomás. Me parece injusto que me venga a tocar a mí. Que tengo fuerza, que soy útil. Y estoy dispuesto para el trabajo. O para la farra. Vos me conocés, tengo esa debilidad. A mis amigos no les puedo decir que no. Me pegan el grito y me prendo. Llevo la taba, la guitarra. Canto, animo, cuento cuentos. Los sigo si van para otro pueblo. A mi por suerte nadie me controla. A veces tomo una copa de más. Pero en ese caso vuelvosolito sin escándalos y me acuesto. Al otro día estoy chalita, como nuevo. Es que los amigos son sagrados. Compañeros de siempre, en las buenas y en las malas. Es algo que no tiene precio. Años hace que los conozco. El gordo Julio, el Tata, el Rubio, Peluca. Es siempre la misma barra. Son de fierro. De oro tienen el corazón. Hasta mi vida daría por ellos. Quiero decir que los quiero un montón. ¡Cómo van a extrañarme el día que les falte! La guitarra, los tanguitos que yo sé. De eso mismo quería hablarte. A eso vine. Cebá otro amargo mientras aclaro las ideas.. Uhh... este sí que está bueno. Tenés mano para el mate, como que sos mi hijo. Es muy simple. Es un pedido muy especial. A vos te tengo confianza. A quién si no. Cualquier otro me miraría mal. Pensaría: Arturo está chiflado. Pero yo quiero ser coherente. Toda mi vida aposté a las mismas cartas. Al mismo palo. Parece mentira, desde chango tuve la misma idea. A la vida hay que disfrutarla. La vida es corta. No hay que ser amarrete. No hay que mezquinar emociones. El juego, las mujeres, la farra. El trabajo es un mal necesario. La vida es otra cosa. Cuando dejás la pala recién te enterás. Cuando hay música, diversión, un churrasco. Canto y baile. Esa es mi filosofía. Siempre pensé igual. Y siempre te lo dije. Por eso ahora no me podés fallar. Tenés que jurar que no me vas a fallar. Por la memoria de la vieja. Por lo más sagrado. Se trata del día en que yo me vaya. Para siempre me vaya. Parael otro lado. La muerte no falla, siempre se acuerda de uno. Siempre cumple. Apenas suceda quiero que te ocupes de todo. El velorio de Arturo tiene que ser inolvidable. A los amigos la noticia les llegará enseguida. Vendrán todos juntos como dándose valor. Ya veo sus caras preocupadas. El ánimo por el piso. Calladitos. Vos serás el encargado de atenderlos. Siguiendo mis instrucciones al pie de la letra. Quiero darles una sorpresa. Que encuentren la casa iluminada. El patio regadito, todo prolijo. Las sillas forradas con cuero alrededor de la mesa grande. El mantel blanco. A mí ubicame en la galería, un poco al reparo, cerca de la puerta de la bodega. El vino es indispensable. Quiero que las jarras estén llenas. Que circule el tinto y el blanco. No olvidés de ponder en el equipo algo de música. El entrerriano, en la versión de Pichuco, no puede faltar. Y algunos de esos valcesitos que son mis preferidos. Pedide al Curcu que se ocupe del asado. A la parrilla y al horno. Por lomenos un cordero y un lechoncito. Sirvan a todos los que vayan llegando. Poné buena cara. Nada de lágrimas. Tené el hueso listo por las dudas quieran tabear. Y las cartas.No vendría nada mal un sexto. No creo que un buen truco desentone. Puede que la situación resulte novedosa. Pero es mi mandato. Ya lo tengo decidido y si querés lo dejamos por escrito. Quiero que los cantores canten. Si hay parejas para el baile, que se baile. Si alguno se pasa con el vino a mí no me molesta. Tiene que ser una noche hermosa, inolvidable. La del velorio del Arturito. Un velorio sin igual. Yo se que en El Barreal hay mucha gente chapada a la antigua. Se persignarán en la puerta. Algunos no querrán ni entrar. Allá ellos. Yo pienso en mis amigos, sé que van a disfrutar. La pena mezclada con con la farra debe ser una buena combinación, me parece. Al otro día imagino los comentarios. El pueblo estará dividido. Algunos dirán indignados que siempre fui un poco raro, que se esperaban algo así. No creas nada. Por fuera caras compungidas, pero por dentro me van a estar envidiando. De cualquier modo, muy suelto de cuerpo, vos tenés que anunciar que habrá novena. La novena es importante. Todo los días otra farra. Está claro, creo que no me olvido de nada. Por la cara que tenés veo lo que estás pensando. Que te meto en un brete. Que un velorio así te va a marcar. Que después que pase todo muchos no te querrán saludar. Así son estas cosas. Tienen su costo. Cuando un pobre quiere darse un gusto algún precio tiene que pagar. Pero es un compromiso. Desde ahora mismo vas a ir viendo cómo preparar mi despedida de este mundo. Bueno, ya desembuché mi entripado. Me siento aliviado. Ahora si querés podemos hablar de otros asuntos. Afuera empezaba a caer la tarde. El agua de la pava se había acabado. Del fuego solo quedaba un rescoldo. No dije nada. Lo miré al viejo. Le tendí la mano. Él me la estrechó con fuerza. Creo que sus ojos brillaban de una manera desacostumbrada, especial. Se levantó y salió. La perra ladró dos veces. Oí el áspero zigzagueo de las ruedas en la grava, pendiente abajo. Recién entonces mi cuerpo reaccionó. Percibí el silencio de la casa. Me asomé al portal. Un rumor de emociones crecientes corría dentro de mí. Miré a lo lejos. El último rayo de sol doraba mansamente la redondeada cumbre del morro. Más allá de los viñedos.

2 comentarios:

  1. Mi querido Luis:
    Al leer tu cuento me envuelve la misma emoción que sentí al leerlo por primera vez hace un tiempo.
    Bien narrado, ágil, con movimiento, intriga. Considero que está muy bien escrito.
    Y gracias a vos, Norma querida, por incluir en tu Antología a este gran escritor y excelente persona.
    Mi abrazo y mis mejores deseos.
    Analía

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  2. Mi querido Luis:
    Al leer tu cuento me envuelve la misma emoción que sentí al leerlo por primera vez hace un tiempo.
    Bien narrado, ágil, con movimiento, intriga. Considero que está muy bien escrito.
    Y gracias a vos, Norma querida, por incluir en tu Antología a este gran escritor y excelente persona.
    Mi abrazo y mis mejores deseos.
    Analía

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