Roberto Enrique Sabbatini

Desde 1977 está radicado en la Prov. de San Luis.
Ejerció la docencia por varios años y, desde hace 27 se dedica a la talla de madera. Pero su pasión es la Literatura. Gran lector, escribe poesía, aunque su fuerte es la cuentística. Participa en diversos Talleres Literarios de la Ciudad de San Luis y algunos de sus trabajos fueron seleccionados para ser publicados en el Diario de la República (2007) y Antologías como “El Libro de los Talleres II “(2008- Ed. Dunken), “Cantares de la Incordura “(2009- Ed. Dunken), “El Libro de los Talleres “ V (2009- Ed. Dunken), “Letras Argentinas de Hoy” (2008- Ed. De Los Cuatro Vientos). Antología “Lágrimas de despedida” del Centro de Estudios Poéticos (Madrid 2008), además de numerosos cuentos y poemas aún sin publicar.

Palabras de amor

Aquel atardecer de domingo a finales de primavera ocurrió que en una de las esquinas de la plaza del pueblo, un joven muy enamorado hablaba por teléfono con su amada. Llevaban bastante tiempo diciendo y repitiendo palabras de amor, de esas que usan todos los enamorados.
No sé por que problemas de la línea telefónica, esas palabras se fueron amontonando en una caja de distribución que estaba en lo alto de un poste, justo en la esquina.
De pronto, con un sordo chasquido la caja reventó por un costado y por el agujero comenzaron a caer, descolgándose como guías de una enredadera, palabras de amor que se hamacaban con el viento y descendían en montones como serpentinas y comenzaron a amontonarse en la vereda.
Para agravar la situación, sobre la misma línea, a pocos metros, del otro lado de la calle, una viejita recibió una llamada de su querido hijo que vivía muy lejos. Y, como los domingos hay tarifa reducida para las comunicaciones telefónicas, ambos vecinos no se cuidaron de la duración de sus llamadas y hablaban, decían y repetían tantísimas palabras de amor y todas ellas continuaban saliendo por el agujero de la caja de distribución, llenando el piso, invadiendo toda la vereda, enredándose entre ellas y formando grandes matas que se movían mecidas por la brisa primaveral.
A esa hora había poca gente en la calle, así que nadie se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, para poder avisar a las autoridades y así solucionar el inconveniente. Las palabras se amontonaban como montañas de algas a orillas del mar y la situación se tornó inquietante. Con el correr de los minutos comenzaron a juntarse algunos curiosos, que a prudente distancia se hacían mil conjeturas.
Para terminar de complicar las cosas, la montaña de palabras invadió también la calzada y algunos automovilistas que acertaron a pasar por allí debieron dar un rodeo para evitar la obstrucción.
La caja de teléfonos seguía funcionando como un inagotable manantial, arrojando sobre la calle chorros de palabras que pronto y ante el asombro de los pocos espectadores, comenzaron a reproducirse en la medida que se rozaban unas con otras, dando lugar a nuevas palabras.
El caso es que pocos minutos mas tarde esa esquina se convirtió en un tremendo caos de palabras de amor que llegaban se reproducían y se volvían a reproducir y creaban otras nuevas que a su vez se reproducían
A estas alturas se había juntando una multitud de curiosos y nadie sabía bien que hacer. Comenzaron a llegar policías que desviaron el tránsito, personal de la compañía telefónica cortó los cables preventivamente y aunque ya no salían más palabras y los jóvenes enamorados y la viejita con su hijo ya no hablaban por teléfono, las palabras de amor que formaban grandes parvas por las veredas, la calzada y los terrenos circundantes, ya se encontraban totalmente fuera de control.
Llegó una cuadrilla municipal con un camión de residuos y con grandes horquillas para pasto trataron de cargar las palabras, pero las horquillas no servían para cargar palabras, por lo tanto no pudieron hacer nada.
También llegó el Intendente que comenzó a dar órdenes. Era un hombre bajito, peinado hacia atrás a la gomina, con un bigote militar y voz algo aflautada. Como los municipales no podían cargar nada porque las palabras se escurrían por todos lados, el Intendente comenzó a insultar a sus empleados y la emprendió a patadas con las montañas de palabras que se meneaban, agitaban y escurrían en dirección a la plaza impulsadas por el viento.
El Intendente estaba furioso. Cómo era posible que él, que había arreglado tantos conflictos haciendo uso de la topadora, que había echado a palos a los artesanos de la plaza y había conseguido que las golondrinas anidaran en otro lado, a fuerza de podar los árboles, él, ahora no pudiera hacer nada con esa amenazante marea de palabras de amor que ya comenzaba a tapar los canteros de flores.
La gente de los alrededores, perturbada por este extraño acontecimiento, comenzó a decir palabras de amor que subían al cielo y volaban entre las golondrinas para luego caer y mezclarse con las otras palabras de la calle, los árboles, los techos….
El Intendente vociferaba que todo era una patraña política para desprestigiarlo. La Directora de Cultura que estaba haciendo declaraciones para una radio local, afirmaba que las palabras de amor no tenían nada que ver con la cultura y que todo esto seguramente era una comedia montada por la oposición política.
El Intendente patinó al pisar una palabra recién nacida y cayó al suelo donde fue inmediatamente tapado por una montaña de palabras de amor que ahogaron sus gritos.
En este punto llegaron los Bomberos que equipados con una motobomba comenzaron a rociar agua con lavandina sobre las palabras, borrándolas. Rociaron todo, las veredas, las aceras, los árboles, los techos, los autos y poco a poco consiguieron avanzar hacia la plaza, borrando todas las palabras de amor. El Intendente, ya liberado de su incómoda situación, se incorporó y acomodándose el bigote ordenó que no se permitiera hacer mas notas a la prensa hasta tanto él no diera un comunicado oficial.
Una comisión policial acompañada de un funcionario de la telefónica detuvo al joven enamorado y a la viejita en sus domicilios, bajo el cargo de sabotear las líneas telefónicas.
Y a todo esto, ya estaba cayendo la noche .Todos los vecinos, algo confundidos, volvieron a su rutina de los domingos y muy pronto fue olvidado por todos aquel insólito episodio.

3 comentarios:

  1. A Este cuento le falta audio: No deberían perderse la voz de Roberto contando esta fantástica realidad.¡quién pudiera como él, enredarse en vegetales palabras de amor y seguir en la línea telefónica de los días!Roberto, tu cuento es hermoso y es la punta del témpano.¡¡Felicidades!!!.Raquel.

    ResponderEliminar
  2. FELICITACIONES ROBERTO !!! Como siempre tus cuentos asombran y nos de jan un interrogante. ¿ No sería posible un mundo donde las palabras de amor se reprodujeran? Sigue escribiendo, sigue regalándonos la posibidad de asomarnos a tu mágico mundo interior. Lucía Amanda

    ResponderEliminar
  3. A mi me parece que este escritor debe mirar las cosas con otros ojos, por eso puede crear un cuento con dos telefonos, unas cuantas palabras, una caja que se descose...buena reunion: la mirada y la imaginacion. Felicitaciones!!! Viviana

    ResponderEliminar

Archivo del blog

Gracias por leernos

Visit http://www.ipligence.com

Seguidores