Miriam Cairo

Escritora nacida en San Nicolás, provincia de Buenos Aires, en 1962.

La Editorial Abrazos, con sede en Alemania y filial en Argentina ha publicado su libro Culonas, en el año 2006.
Desde 2004 colabora en Página/12, en la contratapa del suplemento Rosario/12,
En octubre de 2009 participó como expositora en las Terceras Jornadas Nacionales Interculturales de Minificción, organizadas por la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano de Rosario (UCEL). Su trabajo de investigación: La minificción como territorio poético, será publicado en el libro que recopila los trabajos de dichas jornadas académicas.
Ha participado en numerosas antologías y revistas literarias. Sus textos son tomados de las publicaciones de Rosario/12 y reproducidos en diversos blogs de carácter literario, psicológico y filosófico.

Minificciones en puntas de pie

La narradora infructuosa

Yo soy alguien que tiembla. Alguien que se pone de pie desde las sacudidas. Llevo a rastras este navío que no encuentra la corriente y avanzo en puntas de pie para no pisar el sueño de los peces. También soy alguien que no aparece. Me olvido de la vida. Orientada y evocadora, mi desaparición espera una actitud concreta de silencio. Mis huesos llevan las marcas de estos juegos. Ya no soy niña. Sé que cuando desaparezco nadie llora pensando en que morí de hambre o que me comió un lobo. Tampoco me encierro en el hórreo hasta morir porque no vendrán a salvarme. A mí, estas cuestiones me ponen alas. También soy una goma que pega las cosas patas arriba. Pego los puntos en las íes. Pego los ojos en la cara de Elsa. La cuja de los difuntos. Las pestañas postizas. Soy la que hace endecha de un agua no profana. De la sopa con cabellos de ángel. De las noches que se pierden. Estirándome y alargándome proyecto un aire dulce de niña desnuda. Mis delgadas espinas se enredan y desenredan en los tentáculos de los hombres. Mi único movimiento veloz es el de volver a vivir cuando la vida cesa. Yo soy una idea de vuelo y de viraje. Mi manera de leer es un ensimismamiento. Una infructuosa manera de resolver el acertijo. Tejo y destejo los hilos de mi cabeza tratando de decir lo simple e irremediable de mi escritura. Afortunadamente, a mí sólo me quieren los locos, los ahorcados y las mujeres de mala vida.

El borde del círculo

Veinte días es mucho tiempo de duración para una caída, que en general, es proclive a durar unos segundos. Y todo tiene una razón de ser, caramba. De lo contrario, necesitaríamos víveres para ir cayendo, y bolsa de dormir y un techo donde pernoctar. Son cuestiones de sentido común, señorita. ¿Dónde se clavarían los vientos si se nos ocurriera llevar tienda de campaña? ¿De qué bosque sacaríamos leña para hacer la fogata? No, no, no, muchachita, tendrá que acostumbrarse a caer de golpe, como Dios manda.

Bálsamo esplendor

Esta noche, lejos del mundo, me decís despacito "curame", "curame". Yo te veo pensando nuestras cosas y sólo quiero curarte, curarte, curarte. Me sentás en tus rodillas y ves en mis ojos delirios y suturas. Me levantás el vestido con cuidado y volvés a decir "curame". Metés la lengua en mi garganta y repetís "curame". Pronto tu enfermedad se hace contagiosa. En tus ojos veo flemas y temblores, y te digo: "curame", "curame", "curame". Enfermos a más no poder formamos una aureola alrededor de la luna.

Follaje

Mi cuerpo no tiene un lugar siempre. No es una mano, más un cuello, más otra mano, más la cintura. Suelo sentirlo como un latido y entonces me digo que no voy a escribir más. A veces ninguna piel lo protege y es preciso que las palabras lo ayuden a cicatrizar. Pero tampoco lo que pienso es un lugar seguro.
Mi cuerpo no tiene el mismo tamaño siempre. Puede ocultarse bajo el paladar de un dios. No necesita sepultura. Puede bajar la cabeza para no chocar la luna. Además, es múltiple aunque siga siendo uno.
A veces mi cuerpo no es otra cosa más que la necesidad de volcarse. No mide nada. Sale de sí con imprudencia. También se comprime como un significado y es posible que yo no esté de acuerdo pero él alarga los dedos y escribe sus palabras sin importarle más.
Mi cuerpo va de un mar a otro, de un viento a otro, de un poema a otro. Va de boca en boca como un aire respirado con desesperación. Yo no me ahogo.
Mi cuerpo suele ser una terrible cosa verdadera. Fuera de él nada existe. A veces se comporta como un morir. A veces la vida le llega en eco. Mi cuerpo suele ser también lo abrupto. Lo derretido. Lo contrario. Lo que viene de todo venir. Lo que crece a la sombra de un sueño.

Dentro del abismo

La sentidora empedernida toma la laptop y elabora, con minuciosidad de orfebre, el texto donde se mezclan realidad e irrealidad. Bien dicen que lo negro es lo que más oscurece. Ella se esmera en ir al otro extremo como quien va desde sí mismo hasta su sombra. Nadie conoce su biografía, ni su estado civil, ni su ficha sanitaria. Está libre del fenómeno “la vida del autor explica la obra”. Podría llamarse Juana de los Palotes para seguir siendo una escritura fuera de la ciudad y del mundo. Pero mal que le pese, la sentidora empedernida tiene nombre y apellido y al hacerse escritura tuvo noción de sí, de su contrasentido. En cada mosaico reinyecta una virulencia expresiva que no queda bien en los manuales, en las bibliotecas ni en las familias. Por lo tanto es sola y una.

2 comentarios:

  1. Querida Miriam:
    Me dio gusto leer estos microrrelatos. Gracias por compartirlos
    Mi cariño
    Analía

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    Respuestas
    1. Acabo de descubrir este sitio que me permite releer estos textos. Agradezco la posibilidad del reencuentro y tu comentario afectuoso, Analía.
      Miriam

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