Manuel Alejandro Bovino Maciel

Psiquiatra y escritor nacido en la ciudad de Corrientes en el año 1956
Director de la revista/libros Palabras Escritas (240 páginas) de aparición semestral, editada por Servilibro-Paraguay

Libros publicados:
* La salvación después de Noé
* El trueno entre las páginas (Diálogos con Augusto Roa Bastos)
* Los conjurados del Quilombo del Gran Chaco (Edit. Alfaguara, 2001.
* Polisapo (cuento infantil en co-autoría con Augusto Roa Bastos)
* La Bruja de oro (Nouvele infanto-juvenil, Edit. Servilibro, Paraguay)
* La gallina y el Dragón (Nouvele infanto/juvenil, Edit. Servilibro, Paraguay)
* Diários de um rei exiliado (Novela de ficción histórica en portugués, Edit. Landmak, Sao Paulo, 2005)
* El señor es contigo (Investigación feminicidio en co-autoría con Gloria Rubín)
* 20 poemas de humor y una canción disparatada
* Prostibularias-1 (edición corporativa)
* Culpa de los muertos (Novela, Ed. Barcelona, 2007)

Invierno en el paraíso

Se va noviembre, afuera pasa una caravana de gente pisando la siesta hecha de arena reluciente, dejando esas huellas que después se quiebran o se van borrando en la misma arena. Van hasta la cruz que hay en el camino a pedir las lluvias; en las manos arrugadas y oscuras, en ese agachar de las cabezas bajo los sombreros, en el paso cansino, en todo se ve que van a pedir lluvias a la cruz cortando camino. A un lado, rugen las hojas del maizal marrón, reseco, dicen que es la señal de las sequías que se alargan, ese gruñido de las hojas duras cuando se frotan unas con otras pero esa gente de la caravana no escucha nada, van ciegos en la siesta, se escucha algo que dice un hombre de los que van en esa comitiva “¿trajiste pa el tabaco, Eloísa?” pero esa voz también se vuelve ajada, como la contestación “lo poco que quedó, está en la bolsa, pero déjeme buscar acá en la sombra, que este sol no da descanso”. Quiero seguirles los pasos pero el camino parece un animal rabioso torciéndose para morderse la cola, reverberando la arena, refulgiendo todo lo que puede como si noviembre fuese enero, confundiéndose de verano, agitándose, hundiéndose en esa ciénaga de calor insoportable. Allá a lo lejos está la cruz que buscan: dos palos cruzados que pusieron cuando encontraron los cuerpos de los suicidados, todavía aferrados de la mano, la de él arrugada con fuerza contra la de ella, con la mitad metida ya en la arena que avanzaba sobre sus muertes. Un poco antes de llegar a la casa de las Retamozo, abandonada, con los ladrillos desamparados enfermos de descuido, herrumbrados y con hojas en las grietas, de esas hojitas filosas que están asidas a las grietas con fuerza, que no hay viento que las desprenda y es casi la única cosa viva en toda la pared.
Doblan antes de llegar a las vías, seguramente buscan el camino viejo que empieza ahí donde sigue estando la casa de los suicidados con el paredón ajado por tanto abandono; y llega de lejos el machacar de un mortero donde pisan maíz, toc, toc, dice el golpe seco y las voces que iban hacia el camino viejo repiten lo de siempre: “ella quedó manejando la estancia y tuvo que aprender a dar las órdenes a los peones sin mirarles ni llamarles por sus nombres, dicen que trajo los hijos que estudiaban en la ciudad, ¿para qué?

¿Voces que pasan? Serían voces del aire Remigia, dice mamá, o palabras que alguno se olvidó de llevar, dice mamá. Sé que está pensando en lo que le dijo Mancia, que me hablan las ánimas y sobre todo el espíritu, el alma o no sé qué de Lucía que no me abandona. Mamá no cree en eso, no cree que haya nada después de la muerte, “con la muerte ya es mucho para cualquier persona” y dice siempre que lo que sobra es la vida aquí, que basta con mirar la arena reseca y esa tierra rala que le dejaron los hermanos en su heredad, ¿Para qué más vida?, dice. De papá nunca habla como si no hubiese existido.

La caravana sigue adelante, casi se pierden detrás de la polvareda antes de doblar la curva del camino seco, apenas se ven los bultos de l agente, y la bandera votiva que cuelga del palo con abandono. Isolina, la Canceiro me decía que el Dios de la religión estaba muy lejos escribiendo las leyes para las criaturas, tantas leyes que se quedó preso entre palabras y por eso hay que ayudarlo a desatarse, a soltarle las cadenas que no lo dejan ayudar a sus hijos, por eso el cura Aurelio no puede ayudarte, Lucía, él, de corazón te daría la mano bendita para sacarte de la oscuridad pero con un Dios tan lleno de ordenanzas no puede sin incumplir los preceptos. Tampoco pudo enterrar con la bendición a los suicidados aunque sabía perfectamente que ella no quiso morir.
“Aquí quiero vivir y morir donde vivió mi madre, nunca te niego nada porque yo no pienso, nací para obedecer, primero a mi padre don Manuel, después obedecerte toda la vida porque antes de morir mamá me llamó muy enferma, muy enflaquecida por la fiebre que nunca se le iba, y la tos. Y me dijo:<>. Servirte siempre pero nunca en otro sitio, aquí es donde me quiero estar, aquí me han de sepultar”.

A lo lejos se van borrando los caminantes, son manchas oscuras que apenas se mueven bajo el resplandor desesperante del sol, se llevan todo lo que vino a mi cabeza cuando pasaban cansadamente, haciendo sus rezos, dejando el polvo revuelto que después se fue asentando y quedó todo como siempre: el camino seco alargado hacia la distancia, el polvo revolcándose en la tierra, los yuyos y las matas sudando, solamente quedó el eco que retumba una y otra vez:

“Yo acepté todo, y cuando el revólver temblaba en tu mano, cuando el caño oscuro me miraba, pensé que la misericordia de Dios nunca nos alcanzaría pero me resigné porque de todos modos nunca estuvo a nuestro lado, se habrá olvidado de nosotros, no se puede llorar lo que nunca se tuvo”

Pasó esa caravana de gente, los rezos, el polvo en el camino seco, pero quedó el eco de la conversación de los suicidados. Eso no asienta como el polvo para dejar el camino quieto como si nunca lo hubiesen perturbado. Eso se queda, con cualquier retumbo vuelve a brotar.
La voz de la muerte no se silencia con un rezo.

Alejandro Bovino Maciel Bovino
Buenos Aires – Argentina
Psiquiatra y Escritor nacido en Corrientes. Director de la revista~libro "Palabras Escritas" Un diálogo entre Brasil e Hispanoamérica, semestral, Servilibro, Paraguay, puente de reunión entre los dos continentes culturales de Latinoamérica: Brasil e Hispanoamérica.

1 comentario:

  1. Ddura historia, contada y casi pintada en este cuento, con imágenes muy logradas y reflexiones puestas como al pasar, pero que están en el lugar justo y que impulsan a una relectura. Todo el conocimiento que tenés de nuestra gente y nuestros parajes, junto a tu oficio de escritor ha permitido que podamos meternos en lo ocurrido en ese invierno en el paraíso. Excelente.
    un abrazo

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