Deni Del Valle

Nació en Mendoza pero está radicada en San Luis.

Libros de su autoría:
Bajo el sol I (Primera mención del Fondo Editorial Sanluiseño-2006) Bajo el sol II (Editorial Vinciguerra-2009)
Bajo el sol III (Sin editar)

Distinciones:
Primer premio San Luis Libro cuentos infantiles (2 a 5 años)
Primer premio San Luis Libro cuentos infantiles (6 a 9 años)
Segundo premio San Luis Libro cuentos infantiles (6 a 9 años)

La quebrada de Brahms

El reloj de pie que en otras épocas sonaba cada media hora y su péndulo no se cansaba de ir y venir, estaba ubicado en la sala de estar e imponía su presencia, no sólo utilitaria, sino que en su movimiento parecía tener vida. Un día dejó de sonar.
Todas las noches Sergio estiraba su cuerpo en la mecedora vienesa que había pertenecido a su abuela materna y quien muchas veces, cuando era niño, lo había contenido en sus brazos mientras él, con lo ojos cerrados seguía la marcha oscilante, que a su vez trasladaba a música hasta que el sueño lo invadía.
Después que su abuela murió se había refugiado en esa hamaca y todos habían aceptado tácitamente su pertenencia.
Hoy, varias situaciones han cambiado. Hay ausencias.
Invariablemente, ubicaba dos vasos con whisky en la mesa de apoyo cerca de su asiento, mientras desde el equipo de música la “Danza Húngara Nº 4” de Brahms invadía el aire, era el momento que fijaba su mirada en el retrato al óleo, de una hermosa mujer, que colgaba de la pared.
En la planta alta de la casa Carmen, la madre de Sergio, permanecía acostada desde hora temprana y aunque no dormía, prefería estar en su dormitorio. Desde allí escuchaba a su hijo hablar como si mantuviera un diálogo con alguien. Ella suspiraba y sus ojos se llenaban de lágrimas.
La mujer del retrato había muerto hacía un año en un accidente de automóvil, cuando atravesaba el camino de cornisa que unía el pueblo donde ellos residían y el valle que formaba un circuito turístico de gran belleza..
El auto había caído a un barranco al encontrarse con un desmoronamiento de piedras de la montaña en una quebrada peligrosa. El vehículo había dado varias vueltas entre árboles de jarilla, espinillos y peñascos.
Intentar rescatar el cuerpo y el auto había exigido gran esfuerzo por las características del terreno. Los especialistas en ese tipo de búsqueda junto a baquianos de la zona habían trabajado durante semanas sin haber encontrado el cuerpo de Sofía, sólo pudieron ubicar restos del auto.
Se habían movilizado patrullas con equipos adecuado a la situación, pero el resultado había sido negativo, tampoco restos de ropa que indicara el lugar aproximado donde su cuerpo podría haber caído.
Todo fue un misterio que los pobladores del lugar alimentaron con diversos comentarios, facilitados por la gratuidad con que se usan las palabras.
Los baquianos con sus conocimientos prácticos tan agudos no pudieron dar explicación a la ausencia total de restos humanos.
Sergio había conocido a Sofía en el aeropuerto de Ezeiza – Buenos Aires- en circunstancia en que ambos ubicaban sus maletas y él había conseguido el auto de alquiler para el traslado a la ciudad.
Tiempo después la había encontrado en una galería de arte mientras observaba una exposición colectiva de pintura, donde una amiga suya tomaba parte. Se había acercado a saludarla y así comenzó una relación que terminó uniéndolos en matrimonio.
La pasión por la música clásica había establecido un lazo de placer, que ellos disfrutaban muy especialmente, tanto que todas las noches, antes de ir a descansar, acostrumbraban a beber un vaso de whisky mientras las notas musicales de Mozart, Beethoven, Bach y sobre todo Brahms los envolvía en lo que ella llamaba “ misteriosa atmósfera”.
Brahms me conmueve, solía decir Sofía.
¿Sabías que el amor de su vida fue Clara Schumann y que murió unos meses después de ella, un tres de abril de 1897?
La fecha la recuerdo porque es la misma que la del nacimiento de mi bisabuelo que fue concertista de piano.
¡Qué amor se tuvieron! Aunque la versión más aceptada es que ese amor nunca fue consumado.
Él recorrió cuarenta horas de viaje en tren para ir a su velorio.
Vi la película “Spring Symphony” basada en la vida de Clara, la esposa de Robert Schumann.
La volvería a ver.

Después del accidente todo cambió, pero las noches aun eran recorridas por la música de los grandes maestros, y mientras Sergio permanecía sentado en la hamaca, los dos vasos de bebida esperaban en la mesa.
Desde el dormitorio Carmen recorría mentalmente la escena, repetida noche a noche, y se esforzaba por escuchar lo que parecía una conversación.
Sufría por ver a su hijo invadido por la pena. Siempre había sido una persona muy sensible.
Temía herirlo con alguna pregunta indiscreta y prefería que el tiempo aclarara las cosas.
Desde el momento del accidente todos hemos quedado muy mal del corazón y de la cabeza- reflexionó.
Esa noche la música sonaba con mayor volumen que de costumbre y la “Sinfonía Nº 1” de Johannes Brahms se imponía, hasta que después de concluir, todo quedó en silencio.
Carmen, acostada en su cama rezaba el rosario cuando el sueño la envolvió.

Había dormido más de lo acostumbrado, miró el reloj, lo acercó a su oído para verificar que funcionaba y con gesto sorprendido buscó el bastón que colgaba del respaldo de su cama y ayudó a sus huesos artríticos a levantarse.
Fue al baño, se vistió con la rapidez que pudo y se dirigió a la escalera. Comenzó a bajar mientras miraba a un lado y a otro, extrañada por no escuchar ruido alguno. Llamó varias veces a Celia, la mujer que todos los días hacía las tareas de la casa y no obtuvo respuesta.
Eran las nueve de la mañana y ella llegaba muy puntualmente a las ocho.
Recorrió la planta baja nombrando a su hijo y a la empleada, pero nadie respondió.
Se dirigió nerviosa al teléfono, marcó el número de Celia, quien le contestó del otro lado, explicando que el señor Sergio le había indicado que ese día no fuera a trabajar, pero que si la necesitaba iba inmediatamente. Carmen afirmó reiteradamente.

Al mediodía no menos de cinco personas se movían de un lado a otro, dentro y fuera de la casa tomando huellas, guardando elementos, sobre todo los que se encontraban arriba de la mesa de apoyo en la sala de estar, incluido los vasos.
A las preguntas de los oficiales de justicia, Carmen comenzó a dar importancia a algunos detalles como la falta de los discos compactos de música clásica, al corto diálogo que antes de subir a su dormitorio había mantenido con Sergio y el beso que éste le pidió.
¿Cuál fue esa conversación? – indagó el Oficial.
Me preguntó: ¿qué fecha es hoy?
Yo le contesté: hoy es tres de abril. Eso fue todo.

Desde entonces -dicen los pobladores - que en las noches se puede escuchar, en el lugar donde ocurrió el accidente de Sofía, la música inconfundible del genio de Hamburgo.

Hoy los turistas, recorren al anochecer la “Quebrada de Brahms”.

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