Aldo Luis Novelli

Poeta, cuentista, ensayista nació en la ciudad de Neuquén, el 4 de marzo de 1957

Libros publicados:
* La noche del hastío (Ed. Limón, 2003)
* Plaqueta “16 poéticas” (Ed .Limón, 2004)
* Agonistas del fin del mundo (Ed. La luna que, 2005)
* Desierto (Ed. El llanto del mudo, 2007)
* Mínimo mundo (Edición del Min. Educ. de la Nación Argentina, 2008)
* Estúpidos mirones de televisión (Ed. Textos de Cartón, 2009)
* Archibaldo, el gran exhibicionista (Ed. Cartonerita Solar, 2009)


El barrio

Esa mañana, el domingo estaba radiante, el día anterior nos habíamos mudado a ese barrio distante 7 Km. del centro de la ciudad, no salimos en todo el día ordenando ropas y cajas en la casa.
A la noche decidimos salir a caminar, cuando repentinamente, a las cinco cuadras, vimos un gran remolino de gente, alrededor de la ruta que bordeaba el barrio.
Había una ambulancia con su luz roja girando y la policía en espamentoso despliegue, disminuyendo el tránsito.
Nos acercamos y escuchamos los comentarios de la gente:

- creo que está muerto - decía una gorda de vestido floreado.

- fue bárbaro loco - le decía un chico a otro.

No quisimos ver, y nos volvimos a casa preocupados y consternados ante el accidente y esa ruta realmente peligrosa.
El resto de la semana transcurrió sin mayores alternativas.
Por la mañana, salíamos en nuestro Citroen para ir al trabajo, y regresábamos a las cuatro de la tarde, sin haber establecido contacto con ningún vecino, a decir verdad, ni siquiera nos saludaban, tan solo nos observaban extrañamente, cuando recorríamos las siete cuadras que nos llevaban a la salida de barrio, para tomar la ruta que nos llevaba al centro.

El domingo amaneció medio nublado y decidimos quedarnos en casa todo el día.
A la noche, salí a comprar cigarrillos y al pasar por la calle cercana a la ruta, observé a orillas de esta, una escena insólita: un cúmulo de gente alrededor de la misma gritando y vociferando, y los autos que pasaban en la oscuridad de la noche, con los faros encendidos, a gran velocidad y la gente encima de ellos.
Me quedé perplejo, y de pronto, una frenada, se vio un rayo de luz que apuntó al cielo, al mismo tiempo que se escuchaba un sordo golpe de chapa y huesos rotos.
Habían atropellado a otro habitante del barrio.

Esa noche no pudimos dormir, charlando y especulando sobre lo que estaba pasando, recordamos entonces un episodio ocurrido el martes, cuando al salir para la oficina, una chancha y su prole se habían instalado a comer basura alrededor del auto, y al intentar espantarla se enfureció atropellándonos, lo que nos obligó a meternos dentro del departamento.
Entonces, al mirar por la ventana, vimos en la penumbra de la mañana, dos hombres a caballo con revólveres a la cintura, que se reían cínicamente.
Recién después de que se hubieran ido, pudimos salir.
Además comentamos cuando el lunes a la tarde, mi mujer le preguntó a la vecina por el accidente del domingo anterior, a lo que respondió enigmáticamente:

- no se preocupe, era necesario - y se metió en la casa.

Pasamos el resto de la semana preocupados, tensos, esperando el domingo.
Al llegar la noche de éste, salimos y fuimos caminando hasta unos metros de la ruta, donde se repetía ese increíble espectáculo.
Ya estaba la ambulancia que levantaba y guardaba un cuerpo ensangrentado en su interior.
La gente gritaba y vociferaba. Nos quedamos absortos mirando.
Dos chicos que regresaban de la ruta, comentaban al pasar a nuestro lado:

- viste, ¡que impresionante loco! –
- sí, pero creo que ese se salvó -.

Esa noche el terror se apoderó de nosotros.
Aventuramos una serie de especulaciones, a cual más impresionante:

- creo que no quieren desconocidos en este barrio y los eliminan - dijo trágicamente mi mujer.

- tal vez sea un terrible mecanismo de selección interna, que llevan a cabo, eliminando a ciertos integrantes, para mantener la población estable - dije yo.

- o será un juego terrible y asesino que realizan, debido a la apatía del domingo - expresé azorado.

La cuestión es que decidimos irnos de allí, lo antes posible.
Durante toda la semana, buscamos un departamento en el centro de la ciudad, hasta que finalmente, dimos con uno el sábado.
La desesperación, nos llevó a empezar a mudarnos, ese mismo día.
El domingo a la mañana, nos iríamos, con las últimas cosas que quedaban.

Esa mañana guardamos los últimos paquetes, revisamos la casa, no quedaba nada.
Partíamos.
Cuando inesperadamente, el auto no quiso arrancar. Intenté en vano arreglarlo, sin conseguirlo. Agobiado me fui al centro a buscar un mecánico, hasta que finalmente hallé uno que aceptó venir a verlo.
Estuvo toda la tarde arreglándolo, hasta que al fin terminó, ya entrada la noche.
Mi mujer, desesperada, me rogó que partiéramos inmediatamente.
Arrancamos.
Al intentar salir del barrio, un grupo mucho mayor de gente, se encontraba al borde de la ruta, y obstruía la salida principal del mismo. La única forma era irse hasta el final, alejándonos del centro del barrio hacia el norte, y retomar la ruta desde allí, para luego venir por ésta, pasando por entre la gente.
Decidimos hacerlo.

Aparecimos aproximadamente 3 kilómetros más arriba de donde estaba la gente.
Salimos a la ruta y aceleramos al máximo, para pasar lo antes posible, sin ser identificados por nuestros convecinos.
Veníamos a más de 90 km/hora, cuando divisamos el grupo, la luz reflejaba en algunos rostros, que aparecían colgando en la noche, y adquirían una imagen espectral.
Estábamos cruzando el núcleo más nutrido, cuando imprevistamente, una mujer saltó desde la oscuridad a la cinta asfáltica a escasos metros delante del auto. Giré desesperado el volante hacia la izquierda, sentí un violento impacto en la chapa, el auto se bamboleó, quedé en dos ruedas, volcábamos, giré hacia la derecha con fuerza, se acomodó de nuevo sobre las cuatro ruedas.
Logramos pasar.

Miré por el espejo retrovisor, y la masa de gente gritaba desaforadamente, agitando los brazos con ostentación.
Suspiramos, y se aflojaron nuestros músculos...

A los 2 kilómetros, pasó ululando una ambulancia, en sentido contrario. Iba hacia el barrio.
Nos miramos a los ojos por unos instantes y entonces le dije:

- no te aflijas, era necesario -.

1 comentario:

  1. Gracias Norma por publicar mi relato y más por la publicación de esta antología que deberá crecer en el tiempo.

    Un abrazo de sur.
    aldo n.-

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