Julio José Leite

Nació en Ushuaia, Tierra del Fuego, en 1957

Libros Publicados:
1986: “Cruda Poesía Fueguina” Edición del autor
1988: “Primeros fuegos” Junto al poeta Oscar Barrionuevo. Editado por la Municipalidad de Río Grande (Tierra del Fuego)
1990: “Edad Sol” Edición del autor.
1994: “Bichitos de luz” Edición del Autor.
1996: “De límites y militancias” Editorial Atelí (Punta Arenas – Chile)
1997: “Aceite Humano” Editorial Parque Chas, Colección El Rey tuerto (Bs. As.)
1998: “Julio Leite Poemas – Tomo I” Cassette de audio con una selección de poemas interpretados por el autor.
2003: “Piedrapalabra” Editorial Parque Chas, Colección El Rey tuerto (Bs. As.)
2009: "Breve tratado sobre la lágrima" El Suri Porfiado Ediciones (Buenos Aires)

Paseo

El día no daba para quedarse en la casa, entonces decidimos con Mónica y Bernard, salir a otro tiempo, nosotros poseemos esa magia antigua, somos capaces de viajar en el tiempo sin facer nada fuera de lo común, con miradas viajamos a los mundos que queremos, somos unicornios.
En un galope lluvia llegamos al año 1920titanto, saltamos sin permiso de Vargas, como guanacos saltamos una tranquera con candado (los unicornios a veces nos convertimos en guanacos y rumiamos ternura) y el mundo viejo recién hecho olia a gaviotas, aun rechinaba su piel antigua.
Apenas entramos, Mónica descubrió en el predio el "museo de la palabra". Parece que en esa época, después de las huelgas rurales, de las 1500 muertes de chilotes, gallegos, alemanes, ovejeros todos; los señores feudales de la lana decidieron que la palabra estaba muerta, pero la palabra misma descubrió un tubo, un palabraducto y se fue al universo. También estos señores pensaron que las ideas debían estar en corrales y hacinadas para matarlas, pero las ideas, sin facer fila, subieron y subieron, y mientras subían, una cañería directa desde el centro de la isla, del corazón (Mónica magia lo descubrió) les daba alma a las ideas. Ellas, sin corazón, sin alma son recipientes vacíos, y también viajaron al universo.
Se les ocurrió por maldad facer un gran caldero para atrapar estrellas fugaces, querían negociar con ellas, venderlas para la noche que nos dejarían, pero las estrellas fugaces tienen un pacto de luz con los unicornios, entonces cuando caían atrapadas eran liberadas por rondas de niños que en un mandala de amor relinchaban solidaridad en su base.
Nosotros niños unicornios también nos fuimos líquido del Centro Amanecido de Preguntas, antes de salir el guachiman retó a Bernard por haber entrado sin permiso, los demás unicornios y el viento cómplice, guardamos silencio. Las gaviotas siguieron con sus graznidos blanquinegros posándose sobre los palos olvidados del viejo puerto caponero y "el principito" dibujó una boa cerrada o una isla de pájaros mientras esperaba beber estrellas o escuchar como Mónica coronaba a Bernard y a mi con pedazos de hojalata, el oro más preciado para los unicornios lluviosos.
El mar con el río dialogaban distintos colores de agua y el pueblo era un silencio de domingo.

Tratando de salvar el cielo

Cuando era niño pensaba que la noche era de vidrio, y las estrellas, agujeros que dejaban las naves espaciales en el cielo. Tenía miedo de que un día, por imprudencia de los hombres que seguían mandando cohetes a la luna, se desplomara todo el cristal nocturno sobre nuestras cabezas.
Hasta que se me ocurrió una genial idea para evitar ese desastre. A eso de la media tarde monté en mi caballo, que se llamaba “Tostado”, y al trotecito me encaminé hacia el horizonte, allí donde el vidrio de la noche se junta con la tierra. “Si logro llegar, de una buena pedrada voy a pasar al otro lado, entonces treparé al techo de cristal del mundo y con mucha paciencia trataré de tapar todos los agujeros”.
Eso pensaba cuando de pronto me encontré con un conejo muy gordito y picarón que me preguntó a dónde iba:
-Voy a reparar los huecos que dejan las naves espaciales en el vidrio del cielo - le respondí.
El conejito largó una carcajada muy fina y me dijo:
-¡Qué tonto eres! ¿Acaso no sabes que el cielo no es de vidrio? El cielo es de tinta china. Yo lo sé porque soy un conejo muy sabio, y sobre todo muy humilde. Además no vas a llegar nunca: la noche camina, y cuando uno se acerca a ella, ella más se aleja, no te olvides que es de tinta.
No le creí a ese conejo tan agrandado y seguí mi viaje. Cabalgué, cabalgué y cabalgué. “Tostado”, ya cansado relinchaba:
-Volvamos a casa, tus papás deben de estar preocupados.
Pero yo creía que era muy importante salvar a la noche. La noche sirve para soñar y, si uno salva a la noche, salva los sueños.
Tenía frío y ya estaba muy oscuro, casi no veía las orejotas peludas de mi caballo. De pronto escuché una voz muy dulce:
-¿Hacia dónde te diriges?
-¿Quién me habla? -respondí sorprendido.
-Soy yo, tu compañero de juegos, elchulengo “Pastito”.
-¡“Pastito” qué susto me has dado! Voy hacia el horizonte, porque tengo que evitar que la noche se haga añicos.
-Amigo mío, tienes que regresar pronto a tu casa. Tus padres están desesperados, están viviendo la noche más triste. Vuelve ya y nunca te alejes sin permiso de tu hogar. Además no te hagas problemas por el cielo: al cielo lo sostienen los pájaros y los niños.
Entonces me di cuenta del error que había cometido. La noche no es de vidrio como creía, ni de tinta china como afirmaba el conejito regordete y picarón. La noche, la noche es de ausencia.
Ahora, de grande, cuando estoy solo y triste miro las estrellas y recuerdo mi infancia. Cierro los ojos y me veo niño riendo, me veo niño jugando, me veo niño sosteniendo todo el cielo con la inocencia.

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